JACK, EL DESTRIPADOR y LA PISTA DE BUENOS AIRES

Escribe el Prof. Dr. Antonio LAS HERAS



Este 31 de agosto se cumplió un nuevo aniversario de cuando, en 1888 Jack, the Ripper (Jack, el Destripador) cometió su primer crimen. Al menos el primero conocido. Pues hubo investigadores que afirmaron que ya lo había hecho antes. Al menos en dos ocasiones.

Pero fue el 31 de agosto de 1888 cuando, hacia las tres de la madrugada, en Buks Row (distrito de Whitechapel) el desconocido asesinó a Mary Anne Nichols, de 42 años de edad. Los crímenes continuaron hasta sumar cinco cadáveres. El último de fecha 9 de noviembre de 1888. Viernes, sábados y domingos fueron los días elegidos para hacerlo. Según se afirma, Scotland Yard puso todo su empeño para hallar al asesino, pero esto nunca se consiguió. A la fecha, la identidad de Jack, the Ripper sigue siendo un misterio insoluble.



Lo curioso es que varios investigadores coinciden en que Jack nunca fue descubierto en Londres por la sencilla razón de que se trasladó a la ciudad de Buenos Aires donde vivió, murió y fue enterrado.

El periodista Matters afirmó que tras asesinar a Mary Kelly – quien fuera su última víctima – el Destripador – a quien identifica como el “doctor Stanley” – se embarcó en un transatlántico que lo llevó hasta su destino que no era otro que la ciudad de Buenos Aires. Habría arribado a fines de diciembre de 1888 o en enero de 1889, donde permaneció hasta su muerte, años después, en un hospital, tras haber confesado sus crímenes a un médico argentino al que había conocido en Londres donde el moribundo fuera su profesor.

Estos datos, según Matters, los obtuvo durante su estadía en Buenos Aires en la que ejerció como jefe de redactores de un diario publicado en inglés y editado en ésta ciudad. No lo identifica, pero deducimos que se refiere al Buenos Aires Herald. Esa es, en síntesis, la historia que relata Leonard W. Matters en su libro “The Mystery of Jack the Ripper” (Hutchinson, Londres, 1929) donde el Destripador es descripto como un médico cuya mente enferma convirtiéndose en asesino tras la prematura muerte de su hijo a raíz de una enfermedad venérea que le habría transmitido una prostituta de la que estaba enamorado.

Matters, en su texto, lo llama “doctor Stanley” dejando en claro que es un nombre falso, sin nunca revelar el verdadero nombre y apellido. Al respecto Andrew Graham – Yooll (ex director del Buenos Aires Herald) en su libro “La colonia olvidada” expresa que:
“Para los británicos, la Argentina era tierra de fantasía. En ella podía pasar cualquier cosa. El 26 de diciembre de 1926 el diario londinense The People informaba que el “conocido escritor” Leonard Matters había encontrado pruebas de que un medico de Londres, el doctor Stanley había muerto de Buenos Aires después de trabajar como “editor” del Buenos Aires Herald. Estaba enterrado en el cementerio “del oeste”. No hay ningún rastro de un doctor Stanley en el Herald o The Standard, o el Hospital Británico, o el cementerio. Se suponía que Stanley había sido “Jack el Destripador”, que había aterrorizado a Londres en la década de 1880. El “doctor Stanley” había confesado sus crímenes en su lecho de muerte.” (1.-)

La pista porteña reaparece cuando otro periodista, Daniel Farson publica su “Jack el Destripador” (Michael Joseph, Londres, 1972) uno de los textos considerados fundacionales en la temática. En un párrafo del mismo ofrece documentación – a su juicio probatoria – de que Jack entre 1910 y 1920 tenía, en Buenos Aires, un pub de su propiedad llamado “Sally´s Bar.” El historiador Enrique Mayochi confirmó que había un bar con ese nombre en la calle 25 de Mayo, próxima entonces al puerto y muy frecuentada por marineros. Cabe consignar que casi todos – por no afirmar que todos – los locales en esa calle contaban con mujeres que ejercían la prostitución. Y, precisamente, Jack sólo asesinó prostitutas.

La pista de Buenos Aires vuelve a reabrirse cuando en febrero de 1976 el número 3 de la revista/libro Ellery Queen`s Mystery Magazine incluye un extenso artículo del criminólogo Dr. Juan-Jacobo Bajarlía en el que afirma que el múltiple asesino había muerto en Buenos Aires, se llamaba Alonzo Maduro (o bien Alonso Maroni) y los hechos los había cometido mientras estuvo en Londres en su condición de financista internacional buscando colocar en la bolsa acciones de una compañía argentina.



Bajarlía, quien falleció el 22 de julio de 2005, y de quien tuve la enorme satisfacción de haber sido amigo por décadas – de manera que lo conocí muy bien – agrega en su artículo que Maduro falleció “a los 75 años de edad, en un hotel de la calle Leandro N. Alem, frente a la plaza Mazzini, hoy roma, una mañana lluviosa de octubre de 1929.”

La fecha consignada para el deceso no es un dato menor habida cuenta que coincide con el año en que fue publicado el libro de Matters. ¿Mera coincidencia? Bajarlía estaba absolutamente convencido de la realidad de sus dichos. En más de una ocasión escuché sus explicaciones hasta el amanecer en la casa que – por entonces – yo tenía en el barrio de Villa Devoto, mientras compartíamos whisky escocés intercalado con tandas de té o café y enmarañados por el humo de pipas o habanos que consumíamos.

Bajarlía sostenía que Alfonzo Maduro (Jack, the Ripper) había realizado sus gestiones bursátiles a través de Greeshan House, brokers de Old Broad Street. Hay una historia más que refiere a la residencia del Destripador en la ciudad de Buenos Aires. La relata el profesor universitario y escritor contemporáneo Juan José Delaney. Involucra al sacerdote irlandés Alfred Mac Conastair (quien falleció en 1997) quien fuera capellán en el Hospital Británico de la ciudad de Buenos Aires en la segunda década del siglo pasado. Durante una conversación realizada durante 1989, comentó Mac Conastair a Delaney un secreto que guardaba procedente de otro sacerdote su misma congregación, los pasionistas.

Ese sacerdote – que había muerto hacía tiempo – le reveló a Mac Conastair que había recibido la confesión de un moribundo que dijo ser Jack el Destripador y que había cometido los asesinatos en venganza por la muerte de su hijo debida a una enfermedad contraída en su trato con prostitutas. Habría sido enterrado en el Cementerio del Oeste (hoy “de la Chacarita) donde en uno de los sectores está el Cementerio Británico.

Las pistas presentadas han parecido tan firmes que hasta una de las sociedades que aún existen en Londres de investigación de los crímenes de Whitechapel escribió en abril de 1998 a la dirección del Hospital Británico pidiendo datos de archivo que hubiera al respecto. La entidad informó entonces que una búsqueda de historias clínicas de más de un siglo atrás se hacía imposible por el momento.

La respuesta a la pregunta de si en verdad Jack, the Ripper vivió y murió en la ciudad de Buenos Aires sigue una respuesta – afirmativa o negativa – contundente. Empero, son muchos los indicios que dan sustento a que dicha posibilidad sea la verdadera…

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(1.-) GRAHAM – YOOLL, Andrew. La colonia olvidada. EMECE. Buenos Aires,  2000. Pág.: 289



 

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